Nacimos en el ‘77.
Nos llamaste democracia.
A todos, sin excepción.
Hermanos de sangre y España.
Familia unida por fin.
Arrebatada de entre el fuego de hermanos, dijiste.
Nunca quisiste a madre, reconócelo.
Nadie vendrá ahora a pedirte cuentas.
Reconócelo, al menos.
Era fácil creerte, teníamos miedo
y tú eras gracioso antes del zarpazo,
antes de la cara herida
antes de la sonrisa helada.
Nos quisiste angelicales, callados como muertos,
muertos como los hermanos muertos, y reclamo muertos,
bajo las acequias y los ríos asesinados.
Ahora que las cunetas claman venganza sólo te queda el aullido
para recordarnos, hijos del voto, que tú trajiste libertad a una familia baldía
de donde hasta los pájaros huyen al ver tu espada de barro.
sábado, 29 de agosto de 2009
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