Agreden los minutos, el paso del tiempo altivo,
suenan relojes paganos que advierten del ocaso.
Nada queda aquí,
recoged cuanto podáis,
asiros a las manillas del reloj de la plaza muerta,
como un Chaplin desbocado.
Es la muerte rápida, sin sabor a hiel, ni a manzana,
ni a nada.
sábado, 29 de agosto de 2009
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