viernes, 18 de diciembre de 2009

PEQUEÑO CUENTO DE NAVIDAD

Cuando Charles Dickens pidió volver al mundo para saber cómo era la Navidad en los tiempos actuales, el espectro le acompañó. Cayeron en Madrid por un fallo absurdo del GPS astral. Dickens miró a su alrededor algo confundido pero le alegró ver tantas luces colgando casi de cualquier esquina. Leyó un cartel en lo alto de una pared: "Plaza Mayor". El espectro, mientras, se asomaba entre la gente buscando al viejo Dickens al tiempo que la grasa de un bocadillo de calamares le escurría por la comisura de los labios. Se acabó de un trago la lata de cerveza y caminó hacia él, que miraba las ropas de la gente y sonreía parado en mitad de la plaza. Un padre, muy serio pero con unos cuernos de reno sobre su cabeza, pasó a su lado y le empujó al pasar. Dickens le afeó el gesto de forma educada pero el hombre siguió caminando. El flash de una cámara le cegó un instante; el espectro, mientras, reía divertido con una nariz y unas gafas de plástico. El viejo escritor pareció enloquecer, andó entre la gente a empujones, mirándoles a los ojos y negando una y otra vez con la cabeza. El espectro miraba un Nacimiento mientras se retorcía de risa ante el asombro de la vendedora. Dickens, entonces, vió a un hombre en el suelo, mal tapado con una manta. Se sentó a su lado y le miró los ojos rojos como el vino.
El espectro se puso frente a él pero esta vez tenía una ligera tristeza en su mirada. Cogió del brazo a Dickens.
-No hay más tiempo- dijo.
Le ayudó a levantarse y llevó al escritor del brazo entre el tumulto. Dickens parecía ahora más viejo y cansado. Después desaparecieron ante el asombro de un niño que les vió desvanecerse junto al portalón.
Al llegar, Charles Dickens redactó el "Informe de Observador" podía leerse:
"Están tan solos como entonces."
Abrió un libro y acarició la página mientras suspiraba despacio.

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