sábado, 27 de marzo de 2010

LOCURA Y PAPELES ARRUGADOS

Si dos locos caminan por la calle más grande de una ciudad, cualquiera lo vería lógico. El mundo está lleno de locos. El caso es que, éstos de nuestra historia, van sembrando dudas por donde quiera que pasan. La gente no las lee, estaría bueno. El caso, como aseveraba, es que dos locos tiran papeles por la calle. Son papeles pequeños, garabateados, y asevero que son reales (toda aseveración conlleva su duda práctica). Caminando como si cualquier cosa, van soltando efluvios generosos de dudas, preguntas inequívocamente equivocadas (dicen algunos) sobre la naturaleza del ser humano como ser entendible. Puede que no me entiendas, trataré de ser más claro. Empecemos de nuevo:
Dos locos caminan y sueltan al aire generoso generosas dudas sobre nuestra naturaleza alejada. La gente les mira mal (joder es que están locos). A ellos no les importa. La larga fila de hormigas no les ve, claro que tampoco quieren verles. Digo que a ellos no les importa (no tienen nada mejor que hacer). Ríen y los papeles vuelan como cenizas o como hojas secas, corren y el viento se aparta (nunca está cuando se le necesita); la policía no se aparta y les detiene en seco, otoño de castañas asadas. Ellos ríen. Claro, es que no son un peligro para el Sistema, sólo sueltan papeles al aire, pequeños como pulgares, y arrugados (maldito incordio). !La documentación!, dice el policía. Y la gente normal huye del contacto no vaya a llegar la primavera anticipada. A lo que íbamos:
Dos locos, la policía y papeles que ya ocupan la vía principal, donde un taxista se queja de no poder escuchar la Cope por el imprevisto. Dos policías jóvenes y una radio. "Tenemos a dos locos que tiran papeles". Y la radio sigue muda como entonces. Los papeles inundan edificios y ministerios. La gente mira al cielo, maldita sea. Los papeles están en el suelo, maldita sea.
Los dos locos, vestidos como tú ahora, se sientan en un tiesto que uno de ellos sacó del bolsillo. Fuman y se aburren. Vaya, no estoy loco, ya vereis:
Son las 08: 45. Miercoles. Quince de noviembre.
La gente grita subversivos. No gritan subversivamente, gritan: "subversivos". Los locos se miran y sus pelos se convierten en cristales ( vaya usted a saber). Esto no tendría un final si no hubiese sido por la chica de Honduras que va a limpiar la casa de un empresario xenófobo de Albacete, que, a su vez, recogió los frutos de una empresa creada por su abuelo, casado con una nicaragüense, y que hizo su imperio con el sudor de los argentinos pobres, o pobres argentinos. El caso es que ella cogió el papel con disimulo, lo leyó y al llegar al trabajo le dió una patadas en los huevos al empresario albacense. Y creó una ley que no estaba escrita, la ley de la locura social. Y nada fue lo mismo a partir de entonces, porque locura y realidad salieron de la mano a pasear por las calles más grandes del centro. Hay quien dice que lo de ahora no es mejor que la locura muerta de antaño. Yo no sé que pensar pero, por si acaso, abro cada papel arrugado que encuentro en mi camino.